martes, 8 de diciembre de 2009

Poesía

Este fin de semana que he pasado en casa, he aprovechado para revolver entre las carpetas de cuando era pequeña, para cotillear las cosas que guardaba por aquel entonces y reírme un rato. Ya por aquella época me gustaba escribir (de hecho, creo que es algo que me ha gustado siempre), y lo hacía sin ningún orden ni concierto, en hojas cuadriculadas arrancadas de algún cuaderno y al parecer sin pararme a pensar en lo que quería escribir realmente (un poco como ahora).
En una de esas hojas hablaba sobre un libro cuyo nombre no recuerdo y que leí por aquel entonces. Solo recuerdo que transcurría en Vigo, que el protagonista era un chico y que luego había otro tomo en el que se contaba la misma historia desde la perspectiva de su amiga. En esa hoja que encontré, contaba que me gustaba mucho la idea del autor de intercalar su novela con fragmentos de otras obras, poesías o letras de canciones. Una de esas poesías me debió de gustar especialmente, porque la copié a continuación. No sé quién es el autor, pero lo cierto es que es preciosa, así que investigaré un poco a ver que encuentro sobre ella. La copio aquí:

Lágrima que yo he visto brotar de tu silencio
y de tus quince años
y cayó en una tarde con un algo de hoja
desprendida de un mayo...

Yo no sé de qué pena, de qué esperanza rota,
de que nombre venía,
ni siquiera si era tu primera lágrima de mujer
o la última de niña.

Yo pasé junto a ti como pasaba el viento
y el rumor de las olas.
Nunca sabré tu nombre. Nunca sabré el pasado
de esa lágrima sola.

Ni tú sabrás tampoco que una tristeza tuya
cruzó una vez mi vida.
La noche será corta. Mañana volverás
a ser una sonrisa.

Pero quiero decir que esa lágrima tuya,
cayendo inconsolable
de tus años --tan dulces, tan amargos, tan quince--,
desbarató la tarde;
que la playa y el verde de las enredaderas
y julio y sus gaviotas
se ensombrecieron cuando, a solas con el mar,
lloraste porque todo, porque nada, por cosas.



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