martes, 16 de junio de 2009

Abril, Mayo... y Junio

Hace más de dos meses que no me pasaba por aquí, y son tantas las cosas que han pasado desde entonces... Intentaré hacer un pequeño resumen, pero no trataré de excusarme diciendo que no he tenido tiempo para hacerlo antes. Si quisiera podría haberlo sacado, pero la pereza y la falta de inspiración pudieron conmgio. A partir de hoy me propongo luchar contra ellas.

Echaré la vista hacia atrás aunque me cueste trabajo, como primera medida contra la pereza (aunque corra el riesgo de que sea la melancolía la que pueda conmigo esta vez...):

Empecé la Semana Santa con buen pie asistiendo a un pedazo de concierto de Franz Ferdinand y Mando Diao en Madrid durante el que no pudimos parar de bailar ni un solo instante (yo no lo hice, al menos). Mando Diao dejaron entrever lo enérgicos y efectivos que son en directo aun con un setlist que a ratos parecía haber sido escogido al azar... Aun así, creo que bastó "Long before rock'n'roll" para convencernos a todos de que Suecia existe, y merece ser tenida muy en cuenta. Y qué decir de los queridos Ferdinandos (parece que fuera hace siglos cuando publiqué aquella entrada con una grabación pirata de sonido cutre de la canción "Turn it on"). Aunque los de las primeras filas casi morimos asfixiados en "Take me out" y "The fallen", mereció la pena aguantar allí delante, aunque solo fuera por contemplar a Kapranos gesticulando de cerca. "Lucid dreams"... sin palabras.

El turismo por la capital me descubrió una ciudad llena de movimiento y mucho más encantadora de lo que me pareció a primera vista. Esquivar a los transeúntes por Gran Vía, tumbarnos a vaguear en el Retiro, comernos un trillón de calorías en forma de rosquilla en el Dunkin' Donuts, revolver las estanterías de discos del Fnac, estremecerme ante la belleza de "Flaming June" en una sala del Prado, aprender las normas de comportamiento en el metro, quemarme la lengua con un auténtico café del Starbucks, hacer fotos estúpidas de cualquier cosa y de nosotras mismas haciendo el estúpido, reírnos hasta dolernos la tripa en unos sofás del McDonalds mientras comíamos patatas fritas con ketchup,... Guardo un buen puñado de recuerdos de ese inolvidable fin de semana juntas.

Y en tan solo dos días pasé de un extremo al otro: del bullicio de Madrid a la apacible tranquilidad que siempre me espera con los brazos abiertos en un valle escondido en el norte de la Península, donde yo misma me escondo del resto del mundo cuando quiero que éste me olvide. Beatus ille... etcétera, etcétera. Desde entonces siento cómo ese valle me sigue llamando, para que me escape de nuevo y me reúna con mi amiga la soledad.

Regresar de ese refugio significó darme de bruces con esa cara de la universidad que tan poco nos gusta: estrés, presión, ojeras, café en exceso, horas de encierro, darle la espalda al buen tiempo, fechas límite de entrega cada vez más cerca, grandes clásicos de la literatura leídos en tres días, redactar frases y más frases, pasar hojas y más hojas... Y por qué no, también películas, palomitas, carcajadas, desvaríos y paranoias a altas horas de la noche, arte, discusiones filosóficas... En efecto, hay tiempo para todo si una sabe organizarse (o simplemente si una no quiere volverse loca y ser tragada por las cuatro paredes de su habitación).

Al este tipo de ajetreo le siguió otro tipo de inquietudes, también propias de la etapa universitaria. Qué demonios, y también propias de la etapa de adolescencia en el instituto, y supongo que de todas las etapas de la vida. "El amor, esa palabra...". Perdí amistades, gané un amor fugaz de verano cuando aún faltaba un mes para que la primavera terminara, me sentí terriblemente sola y a la vez más cerca que nunca de la gente. Me acerqué a unos, me alejé de otros y para cuando logré ese equilibrio imposible llegaron las temidas despedidas. Lloré como una niña de cuatro años (o quizá de diecinueve), lloramos juntos, y aterricé una vez más en la misma ciudad de siempre, excepto porque ahora la veo con otros ojos.

Y ahora estoy aquí, sin saber exactamente dónde es "aquí", haciendo planes no sé muy bien en qué dirección, sin echar la vista demasiado hacia adelante para no sentir ese vértigo otra vez, limitándome a disfrutar del momento y ante todo descansando y poniendo mis recuerdos en orden, por si al año que viene, cuando la distancia entre nosotros me duela demasiado, no me queda más remedio que recurrir a ellos para consolarme.


"Protégeme del mundo, protégeme del tiempo..."