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Pero después de leer las profesionales críticas de algunos periódicos, webs y demás, yo salgo con la sensación de haberme perdido muchas cosas: no sé si Chris Martin ha cantado bien o en realidad ha desafinado, si el sonido era de gran calidad o en realidad el Palacio de los Deportes es un edificio con mala acústica, si los efectos de luces e imágenes eran espectaculares o nada fuera de lo común.
A cambio salgo con la sensacion de que mis ojos apenas daban abasto para abarcar a la vez el escenario, las pantallas, las pasarelas por las que Martin danzaba, las gradas, las esferas colgadas por el techo en las que se proyectaban imágenes, el público enfervorecido, el rinconcillo de las gradas desde el que tocaron "The scientist"; salgo con la sensación de que los 4 han estado magníficos en el escenario (y también cada espectador desde su posición lo ha dado todo); salgo con la sensación de que ha habido momentos en los que casi me tengo que sentar porque mis piernas ya no aguantaban más (culpa de las horas al sol haciendo cola).
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Es lo que tiene estar en la pista, estirando el cuello y de puntillas en medio de otros tantos "coldplayers" que cantan todos y cada uno de los versos a pleno pulmón, tararean cada punteo de guitarra y saben incluso si entre el estribillo y el verso va un "oooh" o un "aaah".
Lo gracioso de ver luego los vídeos grabados desde las gradas es que te das cuenta de que solo eres una hormiguita en medio de otras 14.000 como tú, y que todos saltáis, voceáis o aplaudís al compás que marca un único tío. Claro que no es algo sorprendente si el tío que nos guiaba se trataba de Chris Martin.
Aún suenan ecos en mi cabeza de los momentos más especiales de la noche: desde cuando se apagaron las luces y comenzaron las primeras notas de "Life in technicolor" hasta cuando el público enloqueció (aún más) con los "ohhh's" de "Viva la vida", pasando por el momento intimista de la noche con Chris Martin al piano tocando "The hardest part" (lástima que no fueran "Trouble" o "Amsterdam") o el momento que para mí sin ninguna duda fue el estelar: cuando fuimos rociados por una nube de mariposas de papel mientras tocaban "Lovers in Japan", lo cual surtió el mismo efecto que si nos hubieran tirado encima billetes de 500: ¿quién no se estiró para intentar pillar todas las que pudiera?
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Fue una noche memorable y juro que, cuando desperté desorientada 3 horas más tarde porque ya llegaba a casa, lo primero que se me ocurrió pensar fue si en realidad todo había sido un sueño. Por suerte las fotos, los vídeos, las mariposas que atrapé y las agujetas en las piernas son la prueba de que no lo fue.
Lo malo de ir a estos eventos es que una vez que lo pruebas es imposible no volver a repetir. Así que ya estoy esclavizada de por vida a ir a las próximas giras de la banda.