Hacerse mayor es hacer recados o papeleos en el banco sin pedir ayuda a tus padres, sin tener que preguntarles "¿y cómo se pide esto en una tienda?" También es darse cuenta de que lo peor de que algo te salga mal no es que luego ellos te vayan a castigar sin televisión o sin postre, o que lo mejor de lograr algo no es que luego te hagan un regalo.
Hacerse mayor es empezar a discutir con tus padres porque veis las cosas de diferente manera (o simplemente por llevarlos la contraria), pero hacerse aún más mayor es ser capaz de hablar con ellos -y con los adultos en general- como si fueran iguales a ti, y no como personas a las que eres incapaz de comprender o que lo único que pretenden es fastidiarte.
Hacerse mayor es no tener que pedir permiso a tus padres para comprarte una bolsa de gominolas o un helado, pero hacerse aún más mayor es perder el interés en los dulces para sustituirlos por alcohol o un cigarro.
Hacerse mayor es perder buena parte de tu imaginación al darte cuenta un día de que tus adorados playmobils o tus legos son simples trozos de plástico de colores con los que no sabes qué hacer para entretenerte.
Por suerte (¿o desgracia?) muchos no crecemos del todo y, de vez en cuando, seguimos teniendo miedo a la oscuridad o dependiendo de nuestros padres, volvemos a sacar nuestros juguetes para entretener
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